C.S.I.

Una serie con corazón… hígado, bazo, riñones, …

La serie C.S.I, Crime Scene Investigation, empezó a emitirse en Tele 5 a principios de 2003, constituyendo un éxito inmediato. Sus ingredientes -investigación forense, toques ‘gores’, apoyo infográfico y una realización heredera de la estética del video clip musical- explican el favor del público en un trabajo audiovisual que basa todo en su diseño.
C.S.I es una mezcla de influencias pasadas por el colador para ofrecer un producto ligero con la apariencia de dureza. Pero es que la sangre es muy escandalosa.
Para empezar, bebe de la tradición de las series policiacas americanas, como ‘Canción triste de Hill Street’ o ‘Policías de Nueva York’, tomando de ahí el ‘ambiente de comisaría’ y la mecánica de las pesquisas. Sin embargo quita la profundidad de los personajes, haciéndolos lineales, planos, sin vida más allá de su profesión. Cualquiera de ellos se podría intercambiar por otro, incluso entre las versiones existentes (Las Vegas y Miami) y nada se modificaría: está hecha desde el principio para que los intérpretes puedan salir de la serie sin que se resientan los guiones. Lo importante son las pruebas y las averiguaciones, da igual quien las haga.
Esta importancia de las pruebas se canaliza mediante ingentes dosis de ciencia y microscopios, con todo detalle. En este caso, encontramos una serie precursora, la excelente ‘Ley y orden’, heredera también de los chicos de Hill Street, pero que añade una parte judicial tan importante como la policiaca y una pizca de ciencia. Esta serie ya avisaba sobre la tónica de personajes intercambiables, de hecho la tanda de episodios que se emite actualmente en Estados Unidos tiene un reparto diferente a la emitida en TVE hasta hace poco, por supuesto en horarios imposibles. No obstante, las desdibujadas personalidades estaban apoyadas por tramas sólidas, donde el trato humano resulta tan importante para las averiguaciones como los datos que pueda ofrecer el forense de turno. En C.S.I. deciden prescindir de ese trato humano, es decir, de la investigación tradicional, para basarlo todo en la ciencia. Tampoco hay parte judicial.
A la ciencia se le añade lo que podemos llamar ‘síndrome del siete’, por la película ‘Seven’ (1995) de David Fincher. Esta película, al margen de su indudable calidad, trasladó al cine serio la truculencia del ‘gore’, convirtiendo la repugnancia de ese cine de vísceras en sordidez de lujo gracias a la fotografía y a un argumento muy bien desarrollado. En C.S.I. aprovechan para trasladar el ‘gore’ a las investigaciones, pero lo suavizan y lo hacen digerible gracias al ordenador. La infografía convierte a la sangre y al interior del cuerpo humano en un lugar procedente de un videojuego. Además, en la escena del crimen sí se trata de dar esa sordidez de lujo, apoyada en ocasiones por los rebuscados métodos de asesinato y una ambientación ‘oscura’. Y es que ‘Seven’ es mucha ‘Seven’.
Todo este batiburrillo de cosas prestadas, filtradas y pasadas por la minipimer no da lugar a lo que sería lógico, una serie impresentable, sino a un sólido producto de divertimento, tan insustancial como distraído. Los americanos se la saben todas, ¿cómo lo consiguen?:

a) El tópico del puer-senex.- El clásico tópico literario del puer-senex, donde un joven falto de experiencia se contrapone a un personaje mayor y más sabio, se traduce en C.S.I. en una panda de jóvenes investigadores que ansían llegar al mismo nivel de conocimiento que los intérpretes de más edad. Éstos actúan de paternales maestros no exentos de disciplina. Poco importa que los jóvenes sean un grupo de ineptos que caen 114 veces en la misma piedra y que los maestros padezcan diversos tipos de paranoias.
b) La apariencia de múltiples tramas.- En C.S.I. hay muchos personajes para lo poco que pasa. Si atendemos a los episodios nos daremos cuenta de que ¡apenas pasa nada! Sin embargo nos parecerá que hay tramas, subtramas, retramas y pluscuantramas gracias a un montaje ágil y un río de personajes que aparentan movimiento constante.
c) Que nadie se ría.- En C.S.I hay una notable ausencia de sentido del humor. Lejos de constituir un obstáculo para la serie, como supuestamente debería ser, fortalece los guiones. Los investigadores llegan a las conclusiones más disparatadas en cuestión de medio minuto con la coartada de la ciencia, pero como lo hacen todo con la cara muy seria ¿quién es el guapo que les rechista? Nos lo creemos todo con tal de evitar una reprimenda del maestro de rostro impertérrito.
d) Personajes atormentados.- La simpleza infantiloide de los personajes de C.S.I. está oculta con un supuesto trasfondo de profundidad de algunos, sobre todo de los protagonistas de más edad. Esto se consigue mediante la mirada a cámara con los ojos vidriosos mientras la respuesta al personaje joven se demora. En la vida real sería un claro signo de idiocia, pero los americanos (qué tíos) lo convierten en vida interior mediante un simple juego de luces y sombras en el careto del tipo.
e) Las explicaciones de turno.- Los personajes no dudan en explicar profusamente cómo llegan a sus conclusiones. Esto roza el ridículo, ya que se supone que todos son expertos y no tienen necesidad de extenderse en esas cuestiones como si hubieran aprendido las técnicas que emplean por correspondencia y, para colmo, el compañero que hace de interlocutor estuviera en prácticas. Sin embargo, tales conversaciones están salpicadas de tecnicismos y jerga científica en los momentos adecuados, justo para dejar en el espectador esa sensación de que saben lo que dicen y evitar el ridículo absoluto.
f) Físicos humanos.- Pese a algún implante de silicona suelto o algún guaperas de mandíbula cuadrada, los actores de C.S.I., sin ser tan feos como nuestros vecinos, no alcanzan los niveles de perfección de los que hacen gala los protagonistas de muchas series. Incluso cuentan con alguna actriz poco agraciada, algo raro hoy día en este tipo de productos. Esto tiene una doble intención. La primera, que el telespectador se identifique, “ese menda podría ser yo perfectamente”. La segunda, que parezca que los personajes son ratones de biblioteca (de laboratorio, en este caso) sin tiempo para atusarse los cabellos o ir al gimnasio, ya que tienen una rica vida intelectual (y así, de nuevo, nos creemos todo lo que dicen).
g) Esto pasa aquí al lado.- Aunque C.S.I. cuenta con dos versiones muy parecidas, Las Vegas y Miami, y en la publicidad se hace hincapié en este factor geográfico, durante el desarrollo de los episodios la ciudad apenas cuenta para nada, ya que la atmósfera corre a cargo del laboratorio. La particular idiosincrasia de lugares como Las Vegas o Miami permanece al margen. La serie parece transcurrir en cualquier urbe moderna. El espectador puede llegar a creer que todo pasa en su calle, e incluso surgen preguntas existenciales: “¿la guardia civil hará todo eso?”.
C.S.I. responde con creces a las exigencias de una televisión que ha caído en una exorbitante banalidad. Se trata de un producto bien hecho, todo fachada, nada en el interior, pero con ritmo, ideal para distraer al personal después de un día de trabajo y olvidarse del episodio en el momento en que termina. También se convierte en la primera serie ‘multinacional’. Por todas las características que hemos visto puede abrir ‘sucursales’ en cualquier sitio, Miami, Londres, Madrid… no debemos descartar una versión donde colaboren varios países a lo Interpol. La personalidad propia se diluye para construir la primera serie de la globalización, un cóctel que no ofrece nuevos sabores pero que parece servido por un camarero malabarista en un vaso llamativo y rematado con una pajita espiral de colorines. En suma, un ejemplo de buen oficio televisivo, realizado por gente que sabe muy bien lo hace y destinado a hacer dinero lo antes posible sin perder la dignidad.оптимизация сайта для googleпродвижение сайта в google цены


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